martes, 13 de mayo de 2014

 
 
 
“EL EFECTO MOZART”
 
 
 
 
 
La expresión “Efecto Mozart” se refiere a los efectos beneficiosos que puede producir a las personas escuchar las melodías del compositor W. A. Mozart
 
El efecto Mozart es como se denomina a la influencia que puede ejercer la música del compositor Wolfgang Amadeus Mozart en el comportamiento de los bebés. Se trata de una influencia muy positiva que logra mejorar el desarrollo creativo e intelectual de los niños.
 
Son varios los estudios que muestran la gran influencia que tiene la música en los bebés, incluso cuando todavía se encuentran en el vientre materno. Se cree incluso que la música escuchada durante el periodo de gestación por el futuro bebé es recordada tras su nacimiento y al menos durante el primer año, las melodías son asociadas a los periodos de paz que disfrutaban dentro del útero de la madre y logran tranquilizarlos cuando están nerviosos.
 
La música comienza a influir en los bebés desde la semana 20 de la gestación, pudiendo oír desde ese momento y por eso, algunos expertos recomiendan que se les hable a pesar de que no comprendan lo que se les dice. Lo mismo ocurre con la música, esta se puede convertir en un sonido familiar que actuará como referencia tranquilizadora, por eso también se recomienda a las futuras mamás que disfruten el efecto Mozart y de las bondades que brinda a sus hijos.
 
¿Qué tiene Mozart que no tengan los demás?
Se hicieron pruebas con música de otros compositores que no dieron los mismos resultados que Mozart, salvo excepciones.
Los beneficios de la música, en especial algunas piezas de Mozart, podrían deberse a las pulsaciones por minuto que tiene, y a las frecuencias altas de los instrumentos, ya que cambian el estado del cerebro (especialmente en aquellas zonas relacionadas con el hemisferio derecho, donde radican las funciones espacio-temporales) y lo hacen más receptivo.
La música de Mozart posee unas propiedades distintivas:
-              Los sonidos de sus melodías son puros y precisos.
-              Son sonidos altamente armónicos.
-              Los ritmos, las propias melodías, la métrica, el tono, el timbre y las frecuencias de su música parece que estimulan el cerebro humano, activando nuestras neuronas.
Las canciones que producen estos efectos y las que consiguen mayor incidencia a nivel cognitivo son las que poseen frecuencia alta como son, por ejemplo, la Sonata para Dos Pianos en Re Mayor (también conocida como K448) o los Conciertos para Violín 3 y 4.
Estudios recientes han encontrado que un compositor actual, el músico griego Yanni, produce música ‘New Age’ con rasgos similares a ciertas composiciones de Mozart en ritmo y melodía y que también ha mostrado efectos similares sobre las habilidades espacio-temporales de quienes la escuchan.
Todos estos componentes presentes en la música de Mozart influyen en:
-              La concentración
-              La atención
-              La memoria
-              Y en el proceso del aprendizaje.
Los antecedentes: “El método Tomatis”
El efecto Mozart se popularizó en los años 90, pero ya en la década de 1950 un autor empezó a investigar acerca de los beneficios de la música clásica. Alfred Tomatis fue el que acuñó el término “efecto Mozart”. Estudió durante 40 años los efectos de la música en el cerebro, desarrollando el "método Tomatis”.
Alfred Tomatis utilizó las melodías del compositor austríaco para tratar patologías de diferente índole en niños y adultos discapacitados. Su trabajo fue reconocido por la Academia de las Ciencias y Medicina de Francia, y actualmente existen centros de tratamiento Tomatis en Estados Unidos, Europa y América Latina. Además existe un libro donde el científico explica las bases de su investigación.
Pero una cosa son los beneficios terapéuticos de la música y otra que la música nos haga más inteligentes.
¿Somos más inteligentes escuchando a Mozart?
El neurobiólogo Gordon Shaw es uno de los “padres” del efecto Mozart, que apuntaba que la actividad musical refuerza las vías neuronales implicadas en las habilidades espacio-temporales de la corteza cerebral. La escucha de música parece activar, no una, sino varias áreas cerebrales.
Uno de los estudios más populares acerca de la supuesta subida en el nivel intelectual de los oyentes fue el realizado en 1993 por Gordon Shaw y otra investigadora de la Universidad de Wisconsin (EEUU), la psicóloga Frances Rauscher. Hallaron que en ciertos test de inteligencia se observaba una pequeña y temporal elevación de la puntuación al escuchar 10 minutos de la música de Mozart.
En concreto, los estudiantes lograban gracias a esta breve exposición a Mozart un mejor razonamiento espacio-temporal, pero ello no se traducía en un incremento del coeficiente intelectual.
En dicho estudio, los autores contaron con datos que no parecen ser demasiado significativos, con una muestra muy escueta.
Estudios posteriores de Shaw y Rauscher que confirmaban el Efecto Mozart
Dos años más tarde, Rauscher y Shaw ampliaban sus resultados publicando un estudio en el que 79 jóvenes eran sometidos a una nueva prueba. También los que escucharon Mozart mostraban resultados mejores que otros grupos.
En 1999, el doctor Shaw y Marc Bodner usaron imágenes obtenidas por Resonancia Magnética para crear mapas de la actividad del cerebro en su respuesta a tres tipos de música (pop de los años 30, “Para Elisa” de Beethoven y Mozart).
Solamente el escuchar a Mozart parecía activar ciertas áreas involucradas en la coordinación motora fina, la visión y otros procesos superiores, todos con un papel supuestamente destacado en el razonamiento espacial.
Gordon Shaw publicaba su último estudio en 1999, en el que se describía como los estudiantes de segundo grado que tocaban el piano mostraban puntaciones de un 27 por ciento por encima de lo normal en tests de matemáticas y fracciones frente al resto de sus compañeros.
Rauscher también repitió experimentos con niños de entre 3 y 4 años y los efectos beneficiosos permanecían inalterables 24 horas después de concluir sus lecciones musicales. Esta mayor duración de los efectos frente a los experimentos anteriores fue atribuida a la mayor plasticidad del cerebro infantil y a la larga exposición a la música.
El instituto M.I.N.D (The Music Intelligence Neural Development Institute), que crearon Rauscher y Shaw para difundir y poner en práctica sus ideas, se centra en investigaciones neurológicas para ayudar a personas con autismo, hiperactividad, Síndrome de Down, Síndrome de Tourette y otros desórdenes.
 
 
Para ver más podeis consultar estos enlaces:
 Andrea González Dacuña
 

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